Citas


309.     Mujer, Madres, Enseñar

Eleine S. Dalton, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes:

"Nunca debemos perder de vista la fortaleza de las mujeres. Las madres son las que influyen de forma más di­recta en sus hijos. Las madres son las que les enseñan con amor y los crían en los caminos del Señor. La influencia de ellas es primordial...

"Ellas son las creadoras de la vida y son las que crían a los hijos. Son las maestras de las mujeres jóvenes, son nuestras compañeras indispensables y nuestras colaboradoras en la edifica­ción del reino de Dios. ¡Cuán gran­diosa es su función! ¡Cuán magnífica su aportación!"5.   (Somos hijas de un Padre Celestial, Liahona Mayo 2013, Pág. 13, cita Gordon B Hinckley, “El permanecer firmes e inquebrantables” Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 10 enero de 2004, pág. 22)

1.         JESUCRISTO 

Presidente Thomas S. Monson, Primer Consejo de la Primera Presidencia: Con el nacimiento del Bebé en Belén, surgió una magna investidura, un poder más grande  que las armas, una riqueza más duradera que la de las monedas de César, pues ese niño estaba destinado a ser el Rey de reyes y Señor de señores, el Mesías prometido, sí, el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. (El Ejemplo del Maestro, Liahona enero 2003, Pág. 4).

Presidente Thomas S. Monson, Primer Consejo de la Primera Presidencia: Dos preguntas, realizadas en una ocasión anterior, resuenan en nuestros oídos: “¿Qué pensáis del Cristo?” y “¿Qué, pues, [haremos] de Jesús, llamado el Cristo?” Ofrezco estas tres sugerencias:

1. Aprendamos de Él. “...aprended de mí”, suplica, “que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

2. Creamos en Él. El autor del proverbio nos insta: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Su nombre es el único dado bajo el cielo mediante el que podemos ser salvos.

3. Sigámosle. Él ejemplificó la palabra compasión; nos mostró el camino, nos indicó el sendero para que le siguiéramos; el servicio desinteresado caracterizó Su vida. Al aprender de Él, al creer en Él y al seguirle, existe la capacidad de llegar a ser como Él. El rostro puede cambiar, el corazón se puede ablandar, el paso se puede acelerar, la actitud ante la vida se puede mejorar. La vida se convierte en lo que debiera llegar a ser. En ocasiones el cambio es imperceptible, pero tiene lugar. (El Ejemplo del Maestro,  Liahona enero 2003, Pág. 4).



Presidente Thomas S. Monson, Primer Consejo de la Primera Presidencia:
A la vuelta de la esquina un amigo tengo yo,
en la ciudad en que vivo, de tan grande extensión;
pero un día y otro pasan, y las semanas también,
y de pronto me doy cuenta de que un año ya se fue.
No he ido a ver a mi amigo, tan bueno y tan fiel,
pues esta vida es carrera vertiginosa y cruel.
Más él sabe que lo quiero igual que ayer,
cuando yo iba a su casa y a la mía venía él.
Entonces éramos jóvenes y teníamos mucho tiempo;
ahora que soy un hombre, no me detengo un momento.
Cansado estoy ya de este juego sin sentido;
cansado del esfuerzo por alcanzar el prestigio.
“Mañana”, digo, “mañana a mi amigo iré a ver,
sólo para demostrarle que sigo pensando en él”.
Pero un mañana viene y otro mañana se va,
y la distancia entre ambos aumenta cada vez más.
A la vuelta de la esquina —¡parece tan lejos ser!
De pronto, alguien me avisa:
“Murió tu amigo José”.  
(El Ejemplo del Maestro, Liahona enero 2003, Pág. 5).



Presidente Thomas S. Monson: Si en verdad buscamos a nuestro Señor y Salvador, ciertamente le hallaremos. “Él viene a nosotros como alguien desconocido, sin nombre, como cuando en la antigüedad, caminando por la playa, acudió a los hombres que no le conocían, y nos dice las mismas palabras: ‘Sígueme tú’18, y nos asigna las tareas que Él tiene que cumplir en nuestra época. Él manda, y a los que obedecen, siendo sabios o sencillos, se les revelará en las labores, en los conflictos, en los sufrimientos que padezcan a lo largo de la relación que mantengan con Él, y... aprenderán por experiencia propia quién es Él”.   (El Ejemplo del Maestro, Liahona enero 2003, Pág. 7).



Presidente Thomas S. Monson: Él, que nos enseñó a amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es un maestro de la verdad. Pero es algo más que un maestro: es el Ejemplo de la vida perfecta. Pero es más que un ejemplo: es el gran Médico. Pero es algo más que un médico: es, literalmente, el Salvador del mundo, el Hijo de Dios, el Príncipe de paz, el Santo de Israel, sí, el Señor resucitado que declaró: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo... soy la luz y la vida del mundo”20. “Soy el primero y el último; soy el que vive, soy el que fue muerto; soy vuestro abogado ante el Padre”21.   El Ejemplo del Maestro, Presidente Thomas S. Monson, Liahona enero 2003, Pág. 7.



Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles: Sin embargo, creo que nuestra enseñanza puede conducir a cierta sanidad de naturaleza espiritual. No puedo creer  que tanto de lo que escribió Mateo se enfocara en el ministerio del Salvador a la gente con problemas, afligida y consternada, si no hubiera un propósito. Y como sucede con el Maestro, ¿no sería maravilloso medir el éxito de nuestra enseñanza con la sanidad que ocurre en la vida de los demás?

Permítanme ser más específico. Cuando enseñen, en vez de limitarse a simplemente dar una lección, tengan a bien esforzarse un poco más por que el espiritualmente ciego héroe del básquetbol vea realmente, o por que la espiritualmente sorda reina de la belleza escuche realmente, o por que el espiritualmente inválido presidente del estudiantado realmente camine. ¿Podríamos esforzarnos un poco más por fortalecer a los demás de una manera tan poderosa que, sean cuales sean las tentaciones que el diablo ponga en su camino, ellos sean capaces de resistir y de esa forma y en ese momento estar realmente libres de maldad? ¿Podríamos esforzarnos un poco más por enseñar de una forma tan poderosa y espiritual que podamos realmente brindar ayuda a esa persona que sienta soledad, que viva sola, que llore en la oscuridad de la noche?.   (Enseñando, Predicando, Sanando, Liahona enero 2003, Pág. 14-17).


Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles: Oren para que sus enseñanzas produzcan cambios. Oren para que sus lecciones sean la causa de que algún alumno ponga en práctica lo que dice la letra de una canción ya olvidada: “Enderézate y sigue el plan de vuelo” (Nat King Cole, “Straighten Up and Fly Right”, 1943). Deseamos que los alumnos enderecen su vida y que sigan el plan. Deseamos que sean bendecidos, felices en esta vida y salvos en el mundo venidero.   (Enseñando, Predicando, Sanando, Liahona enero 2003, Pág. 17).



Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles: Por favor, enseñen por el Espíritu Santo. Si no lo hacemos así, según las Escrituras estaremos enseñando “de alguna otra manera” (D. y C. 50:17). Y cualquier otra manera “no es de Dios” (versículo 20). De todas las formas posibles, den a sus alumnos la oportunidad de tener experiencias espirituales (…)   (Enseñando, Predicando, Sanando, Liahona enero 2003, Pág. 18).



Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles: Las Escrituras dicen: “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis” (D. y C. 42:14). Esto nos hace saber no sólo que nada enseñarán, o que no serán capaces de enseñar, o que enseñarán de forma ínfima; no, es más que eso, es la forma imperativa de la segunda persona del plural: “No enseñaréis”. Si lo cambiamos a la segunda persona del singular (No enseñarás), suena como el lenguaje del monte Sinaí: es un mandamiento. Éstos son los alumnos de Dios, no los de ustedes, como la Iglesia es de Dios y no de Pedro ni de Pablo, ni de José ni de Brigham.

No se desanimen. Dejen al Espíritu influir en ustedes de maneras que tal vez no vean ni reconozcan. Lograrán más de lo que se imaginan si son puros de corazón y tratan de vivir de la forma más recta que les sea posible.   (Enseñando, Predicando, Sanando, Liahona enero 2003, Pág. 21).


10.       ENSEÑAR, ESPIRITU SANTO

Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles: Si pueden infundir en sus alumnos el deseo de contraer  un compromiso principal en respuesta al incomparable sacrificio del Salvador por ellos: el pago por sus transgresiones y Su dolor por sus pecados, traten por todos los medios de que sea el de la necesidad de obedecer y de someterse en sus momentos de tribulación “a la voluntad del Padre” (versículo 11), cueste lo que cueste. No lo harán siempre, como ustedes y yo no siempre lo hemos hecho, pero debería ser su meta, debería ser su objetivo. Lo que Cristo parece estar más ansioso por recalcar sobre Su misión, más allá de las virtudes personales, los magníficos sermones e inclusive más allá de las sanidades, es que Él sometió Su voluntad a la del Padre.

Demasiadas veces somos personas obstinadas; por lo tanto, que el mensaje que el Salvador tiene para cada uno de nosotros es que nuestra ofrenda, al igual que la de Él, sea “un corazón quebrantado y un espíritu contrito” (véase 3 Nefi 9:20; D. y C. 59:8). Debemos despojarnos de nuestros deseos egoístas y llorar por nuestros pecados y por los del mundo. Debemos rogar a los demás que se sometan a la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No hay otra forma. Sin compararnos demasiado con Él, porque eso sería sacrilegio, sepan que la copa que no puede pasar es la copa que llega a nuestra vida al igual que llegó a la de Él. Se recibe en una escala mucho menor, en mucho menor medida, pero la recibimos las veces necesarias para enseñarnos que tenemos que obedecer, sin importar las consecuencias.   (Enseñando, Predicando, Sanando, Liahona enero 2003, Pág. 22).


11.       ENSEÑAR, JESUCRISTO, ARREPENTIMIENTO, EXPIACION.

Élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles: Si aquellos a quienes enseñan consideran que ya han cometido demasiados errores, que por sus actos pecaminosos no merecen la luz de Cristo, enséñenles que Dios tiene “el temperamento para perdonar”, que Cristo es “misericordioso, lento para la ira y lleno de longanimidad y bondad” (Lectures on Faith, 1985, pág. 42). La misericordia, junto con las virtudes del arrepentimiento y el perdón, son el corazón mismo de la expiación de Jesucristo. Todo en el Evangelio nos dice que podemos cambiar si lo deseamos realmente, que tendremos ayuda si realmente la pedimos, que podremos reponernos, sean cuales sean los problemas que hayan ocurrido en el pasado.

A pesar de las tribulaciones de la vida, en esta jornada hay esperanza para todos nosotros. Cuando Cristo nos pida que nos sometamos y obedezcamos al Padre, Él sabe cómo ayudarnos a lograrlo. Ha recorrido ese camino y nos pide que hagamos lo que Él ha hecho, pero para nosotros, el seguir el camino es mucho más fácil ya que Él sabe dónde están las rocas agudas y las piedras de tropiezo, dónde se encuentran las espinas y los cardos más peligrosos, dónde los caminos son más arriesgados y qué caminos tomar cuando se bifurcan y anochece. Lo sabe porque ha sufrido “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases... a fin de que... sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos” (Alma 7:11–12). Socorrer significa “correr hacia”. Testifico que Cristo correrá hacia nosotros, y que en este momento lo está haciendo; lo único que tenemos que hacer es recibir el brazo extendido de Su misericordia.

Él está allí cuando flaqueamos y tropezamos. Está allí para sujetarnos y fortalecernos y, al final, estará allí para salvarnos, porque para eso dio Su vida. Sin embargo, por difíciles que sean nuestros días, fueron mucho más oscuros para el Salvador del mundo. Como recuerdo de esos días, Jesús, aun con un cuerpo resucitado y perfecto salvo por las marcas, ha decidido retenerlas para el beneficio de Sus discípulos. Esas heridas en Sus manos, en Sus pies y en Su costado son señales de que el dolor puede atacar aun al puro y al perfecto; señales de que los dolores de este mundo no son evidencia de que Dios. no nos ama; señales de que los problemas se solucionan y la felicidad puede ser nuestra. Recuerden a los demás que el Cristo herido es el Capitán de nuestra alma, el que lleva todavía las cicatrices de nuestro perdón, las lesiones de Su amor y de Su humildad, la carne desgarrada de la obediencia y el sacrificio.

Esas marcas son la forma principal en que lo reconoceremos cuando venga. Puede que nos invite, como invitó a otros, a ver y a palparlas. Si no lo hicimos antes, con seguridad en ese momento recordaremos, junto con Isaías, que fue por nosotros que un Dios. fue “despreciado y desechado... varón de dolores, experimentado en quebranto” que “herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:3, 5). (Enseñando, Predicando, Sanando, Liahona enero 2003, Pág. 22).


12.       VERDAD, ESPERANZA 

Presidente Jhon Taylor: “La verdad, la verdad eterna, es el fundamento de la esperanza del Cristiano”.  (John Taylor Defensor de la Verdad, Liahona Enero  de 2003, Pág. 36, citado de Enseñanzas de los presidentes de la iglesia, pág. 236).



Presidente Jhon Taylor: Tenemos derecho a la libertad; es un derecho que Dios. concedió a todos los hombres.   (John Taylor Defensor de la Verdad, Liahona Enero  de 2003, Pág. 36, citado de Deseret News 26 de abril de 1882). 



Presidente Jhon Taylor: Cuando los hombres se disponen para servir en el nombre de Dios de Israel, no hay  poder sobre la tierra que pueda invalidar las verdades que defienden. (John Taylor Defensor de la Verdad, Liahona Enero  de 2003, Pág. 36, citado de Gospel Kingdom, pág. 242).


15.       PURIFICACION, OBJETIVO DE LA IGLESIA 

Presidente James E Faust: Ansiamos edificar la fortaleza y el carácter moral interiores de los miembros de la Iglesia en absoluta armonía con las siguientes declaraciones de los profetas y apóstoles modernos: “Nuestro objetivo principal [es el establecimiento de]... independencia, laboriosidad, ahorro y respeto propio”1. Nuestro “verdadero objetivo..., a largo plazo, es edificar el carácter de los miembros de la Iglesia... rescatar lo más noble de su interior y hacer que florezca y dé fruto la riqueza latente de su Espíritu, lo cual —después de todo— es la misión, el propósito y la razón de ser de esta Iglesia”2.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 3).



Presidente James E Faust: Debemos recordar que el éxito de determinada actividad no se puede juzgar siempre por el número de personas que asistan a ella, sino más bien por el efecto que surta en su vida. Debe existir la clara comprensión de que los principios son más importantes que los programas y que la gente es más importante que las organizaciones.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 4).



Presidente James E Faust: El haber convertido nuestra fortaleza interior en hechos es la mejor indicación de nuestra eficacia; nuestra forma de vivir es la mejor indicación de lo que es en realidad nuestra religión. Thomas Carlyle nos recuerda que “la convicción... es inútil a menos que se convierta en conducta”3.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 4).



El presidente Harold B. Lee (1899–1973): Aconsejó que el ser miembros de la Iglesia “debe significar algo más que el hecho de estar inscrito como miembro de la Iglesia, con un recibo de diezmos, una cédula de miembro, una recomendación para el templo, etc.; significa vencer la tendencia a criticar y esforzarse constantemente por mejorar en lo que respecta a superar las debilidades interiores y no tan sólo las apariencias exteriores”4.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 5).


19.       ESPIRITUALIDAD, RESPONSABILIDAD 

Presidente James E Faust: El fortalecimiento del yo interior acontecerá a medida que los santos se fortalezcan espiritualmente. La admonición a los gálatas fue: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:8). Los problemas cederán ante una solución espiritual, pues las leyes superiores están relacionadas con lo espiritual. El Señor dijo: “...para mí todas las cosas son espirituales; y en ninguna ocasión os he dado una ley que fuese temporal” (D. y C. 29:34). Pero el invocar estas leyes superiores y el ponerlas luego en acción no implica que podamos exigir privilegios o bendiciones superiores; antes bien requieren el cumplimiento de deberes superiores.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 5).



Presidente James E Faust: La curación que con tanta frecuencia todos precisamos es la de nuestra alma y de nuestro Espíritu, lo cual se puede producir con una transfusión de lo espiritual en nuestra vida.    (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 5).



Presidente James E Faust: Para fortalecer en mayor grado el hombre interior, primero hay que purgarlo y limpiarlo de toda transgresión. El andar en compañía del mal hace que todo nuestro ser muera espiritualmente. La fuente espiritual de nuestra vida no manará a menos que todas las transgresiones, en especial las relacionadas con las bajezas morales, sean purgadas. No sólo me refiero a los pecados sexuales, sino también a cualquier tipo de fechoría, entre las que se incluyen el mentir, engañar, robar y herir consciente o imprudentemente a los demás.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 5).



Presidente James E Faust: Una parte importante del ser espiritual que mora en todos nosotros es esa parte apacible y sagrada mediante la que podemos percibir una santificación en nuestra vida; es esa parte de nosotros en la que no puede irrumpir ningún otro ser; es esa parte que nos permite acercarnos a lo divino, tanto en este mundo como fuera de él. Esa porción de nuestro ser está reservada exclusivamente para nosotros mismos y para nuestro Creador; abrimos sus puertas al orar; es allí donde podemos retirarnos y meditar. Es posible que el Espíritu Santo. more en esa parte especial de nosotros ya que es un lugar de comunión especial, el elemento principal de nuestra batería espiritual. Pero si permitimos que el pecado entre sigilosamente en nuestra vida, esa gran fuente de energía puede agotarse. Se recordó a los romanos: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6).   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág.5-6).



Presidente James E Faust: “La riqueza del alma se mide por lo mucho que ésta pueda sentir; su pobreza, por lo poco que sienta”.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 6).



Presidente James E Faust: Para que se fortalezca el yo interior, debe  nacer gran humildad en el ser interior.   (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 6).



Presidente James E Faust: La niebla opresiva que empaña los senderos tortuosos y los caminos de la vida de ustedes desaparecerá ante la luz espiritual que emana exclusivamente de Dios.. Esta luz espiritual no brillará a menos que de manera diligente y humilde nos esforcemos por disfrutar de Su Espíritu, pues “el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta” (D. y C. 64:34).

El Espíritu del Señor puede estar siempre con nosotros, aun en los hornos más calientes de la vida en los que se nos pueda arrojar, para que aquellos que nos contemplen vean siempre que tenemos un compañero santo. Nabucodonosor experimentó esto mismo cuando miró al horno de fuego ardiendo y dijo: “... ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?... He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del  luego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:24–25).

Ruego que en nuestros pensamientos. y hechos se halle la manifestación de una paz y una fortaleza interior y espiritual; que tengamos fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Diosy que recordemos que por medio de nuestra obediencia, todas las cosas se nos puede  llevar a conocer mediante Su Santo Espíritu. “El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:8).

Al sembrar para nuestros espíritus, ruego que seamos fortalecidos en nuestro yo interior con poder procedente de Su Espíritu, pues la espiritualidad se asemeja a la luz del sol: pasa a través de lo impuro y no se contamina. Ruego que vivamos de tal manera que lo espiritual que hay en nosotros brille entre lo común, lo sórdido y lo maligno, y santifique nuestras almas.    (El Fortalecimiento del Yo Interior, Liahona febrero 2003, Pág. 6-7).



Élder Russell M Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles: Dios. declaró que Su obra y Su gloria consisten en “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. Gracias a la Expiación, el don de la inmortalidad es incondicional. Sin embargo, el don mayor de la vida eterna es condicional. A fin de merecerla, uno debe abstenerse de toda impiedad y honrar las ordenanzas y los convenios del templo. El resplandeciente ramillete del amor de Dios, incluso la vida eterna, incluye bendiciones para las que debemos llenar ciertos requisitos, y no es algo a lo que tenemos derecho siendo indignos. Los pecadores no pueden someter la voluntad de Él a la de ellos y obligarle a que les bendiga estando en pecado. Si desean disfrutar de cada flor de Su hermoso ramo, deben arrepentirse.   (Amor Divino,  Liahona febrero 2003, Pág. 16).



El presidente Brigham Young (1801–1877) declaró: “Toda bendición que el Señor derrama sobre Su pueblo está sujeta a condiciones, las cuales son: ‘Obedeced mi ley, guardad mis mandamientos, caminad en mis ordenanzas, observad mis estatutos, amad la misericordia... conservaos puros en la ley y entonces tendréis derecho a estas bendiciones, pero no antes de ello”.  (Amor Divino, Liahona febrero 2003, Pág. 16).



El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) expresó un pensamiento: “Así es como yo veo los requisitos  que Diosha impuesto a este pueblo colectiva e individualmente, y creo que no puedo reclamar a Dios ni a mis hermanos bendición, favor, confianza o amor a menos que demuestre mediante mis obras que jamás esperaré recibir bendiciones de las que no soy merecedor”.   (Amor Divino, Liahona febrero 2003, Pág. 16).


El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) dijo que el Señor “‘no [puede] considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia’ (D. y C. 1:31)... Podremos apreciar mejor Su amor y bondad si un aborrecimiento similar del pecado... nos impulsa a transformar nuestra vida por medio del arrepentimiento”.   (Amor Divino,  Liahona febrero 2003, Pág. 16).



Élder Russell M Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles: Jesús nos pide que nos amemos los unos a los otros como Él nos ama. ¿Es eso posible? ¿Puede nuestro amor por los demás acercarse realmente al amor divino? ¡Claro que sí! El amor puro de Cristo se concede a todos los que lo buscan y se hacen merecedores de él. Este amor incluye el prestar servicio a los demás y requiere obediencia.  

La conformidad con la ley divina requiere fe, el elemento esencial de las pruebas de la vida terrenal. Al mismo tiempo, la fe manifiesta nuestro amor por Dios.. Cuanto más nos ocupemos de modelar nuestra vida a la de Él, más puro y divino será nuestro amor.   (Amor Divino, Liahona febrero 2003, Pág. 16).



Élder Russell M Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles: Es posible que ningún amor en la vida terrenal se acerque más al divino que el que los padres tienen por sus hijos. Como padres, tenemos la misma obligación de enseñar la obediencia que la que tuvieron nuestros padres celestiales de enseñarnos a nosotros. Aunque podemos  enseñar la necesidad de ser tolerantes con las personas  que son diferentes de nosotros, no podemos tolerar sus infracciones de las leyes de Dios.. Debemos enseñar a nuestros hijos las doctrinas del reino, a confiar en el Señor y a saber que reciben las bendiciones de Su amor si primero obedecen Sus mandamientos.

El amor divino es perfecto, infinito, duradero y universal. La plena medida del amor divino y nuestras más grandes bendiciones son condicionales y se basan en nuestra obediencia a la ley eterna. Ruego que podamos ser merecedores  de dichas bendiciones y nos regocijemos para siempre.   (Amor Divino,   Liahona febrero 2003, Pág. 16).



Élder Cecil o Samuelson JR, de los Setenta: Los que se quieren considerar como discípulos del  Maestro deben entender que nosotros, al igual que el primer siervo, hemos contraído una gran deuda con nuestro Rey Celestial por los muchos dones que hemos recibido de Él. El entender esto abre la puerta a los dones del arrepentimiento y de nuestro propio perdón. La retención de esos dones depende de nuestro fiel perdón a todos los que nos hayan ofendido. El Salvador dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7) y “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados” (Mateo 7:2).

Sin embargo, perdonar a los demás no quiere decir que necesariamente debamos apoyar ni aprobar el mal comportamiento o la transgresión. De hecho, hay muchos actos y actitudes que merecen una clara condena; pero aun así debemos perdonar completamente al ofensor. “...perdonad, y seréis perdonados” (Lucas 6:37).   (El Perdón,  Liahona febrero 2003, Pág. 28.)



Élder Cecil o Samuelson JR, de los Setenta: Muchas son las bendiciones que emanan del don del perdón, pero la principal es la paz. El Salvador desea que cada uno de nosotros sienta Su paz. Él dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy... No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). El perdón que ofrecemos a los demás y el que recibimos de Jesucristo nos conducen a Él y al camino de la vida eterna.   (El Perdón, Liahona febrero 2003, Pág. 29).



 “Deben establecer en su vida cierto orden de prioridad de las cosas, de hacer hincapié en lo importante y poner a un lado lo que no lo sea y que no conducirá a nada. Establezcan un sentido de justicia, de lo que es bueno y de lo que no lo es, de lo que es importante y de lo que no lo es, lo cual puede llegar a ser una magnífica y maravillosa bendición en la vida” (reunión espiritual, Misión Utah Salt Lake City, 15 de diciembre de 2001).



“Si vivimos el Evangelio, la gente vendrá a la Iglesia. Verán lo virtuoso de nuestra vida, les atraerá el mensaje que tenemos para enseñar y que hace gran hincapié en la familia. La familia se convierte en una parte muy importante de nuestra enseñanza y de nuestra existencia, pues creemos que es la unidad básica de la sociedad. Es imposible tener una comunidad fuerte sin tener familias fuertes. No se puede tener un país fuerte sin familias fuertes, sin un padre, una madre e hijos que formen una unidad que trabaja en unión. Vemos que las familias se están desmoronando en los Estados Unidos, en todo el mundo, pero si tan sólo cultivamos una vida familiar buena y sana entre nuestros miembros, no me preocupo demasiado por el futuro de esta Iglesia” (entrevista con Ignacio Carrión, El País, México, 7 de noviembre de 1997).



Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: Francamente, hermanos y hermanas, debiéramos  estar preparándonos ahora para vivir en un mundo mejor. Esta vida es tan crítica, pero a la vez tan breve; y si estamos demasiado prestos a adaptarnos a los modos de este mundo fugaz e imperfecto, ese mismo ajuste desajustará nuestra vida futura, ¡una vida que será eterna! Sobra decir que los que quebrantan este mandamiento son “[faltos] de entendimiento”.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 6).


Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: Se nos han dado los mandamientos sobre la castidad antes del matrimonio, la fidelidad después del mismo y el evitar la homosexualidad. Se nos ha instruido en cuanto a los peligros de la falta de castidad mental (véase Mateo 5:28). Las tendencias de una época determinada no pueden alterar las leyes eternas de Dios, ni nosotros podemos darnos por vencidos.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 6).


Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: La razón principal de obedecer todas  las leyes de castidad es guardar los mandamientos de Dios. José entendía esta razón con claridad cuando se resistió a los intentos de la predadora esposa de Potifar (véase Génesis 39:9).   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 8-9).

Otra razón importante para acatar la ley es que el quebrantar el séptimo mandamiento expulsa al Espíritu Santo de nuestra alma. Perdemos el gran valor de Su compañerismo porque Él no puede morar en un alma pecadora, y sin Su ayuda, llegamos a ser menos útiles, menos perceptivos, menos capaces y seres humanos menos amorosos.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 8-9).

Otra razón que fundamenta la necesidad de obedecer el séptimo mandamiento es que la falta de castidad disminuye la propia estimación, porque en realidad estamos pecando contra nuestra naturaleza y contra quienes somos en realidad (véase 1 Corintios 6:18, 19). En mi opinión, también estamos violando promesas pasadas que realizamos en el mundo preterrenal. La falta de castidad también afecta gravemente a otras personas.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 9).

Otra de las consecuencias de la deplorable inmoralidad sexual y de su compañera,  la falta de sensibilidad, es que comienza a despojar a la gente de su esperanza, y cuando una persona carece de esperanza, la desesperación ocupa rápidamente su lugar, pues tal como dijo un profeta: “...la desesperación viene por causa de la iniquidad” (Moroni 10:22).   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 10).



Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: La inmoralidad sexual también es peligrosa porque nos roba la sensibilidad afectiva. ¡La lascivia puede, irónicamente, llevar  a las personas que se regocijan, equivocadamente, en su capacidad de sentir, hasta el punto de perder por completo esa capacidad!, y, en palabras de tres profetas diferentes de tres dispensaciones diferentes, se convierten en seres faltos de “toda sensibilidad” (véase Efesios 4:19; 1 Nefi 17:45; Moroni 9:20).   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 9).



Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: El amor verdadero es el atributo principal del primer y el segundo gran mandamiento, de los cuales depende toda la ley. Por tanto, el malinterpretar la verdadera naturaleza del amor equivale a malinterpretar la vida. El faltar a la castidad en el nombre del amor es destruir algo hermoso para poder celebrar, de forma incorrecta, su existencia. Si perdemos nuestra capacidad de sentir, es porque hemos destruido las papilas gustativas del alma.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 9).



Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: Al negarnos por completo ciertos apetitos, al gobernar otros y al perdernos en el servicio al prójimo, terminamos por hallarnos (véase Alma 39:9; 3 Nefi 12:30). Simplemente no podemos tener una influencia positiva alguna en el mundo si somos como la gente perdida del mundo. ¡Recuerden: si la sal se desvaneciere... (véase Mateo 5:13)!

Debemos resistir las modas incorrectas del mundo. ¡El decimotercero Artículo de Fe no dice que creemos en todas las cosas populares, que estén de moda, que sean feas y sensuales, ni que aspiramos a ese tipo de cosas! Más bien dice: “Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres” (Artículos de Fe 1:13). Y estos atributos dependen unos de otros.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 10).



Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: Diez advertencias Mi consejo final se encuentra en estas diez observaciones adicionales:

1. Resistan la retórica del mundo y descubrirán que, si permanecen firmes, otros lo harán también (y algunos de una forma sorprendente). Como dijo Pablo: “...donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”  (2 Corintios 3:17). Ninguna mujer ni ningún hombre puede ser verdaderamente libre si, debido a su comportamiento, pierde el compañerismo del Espíritu.

2. Dado que no dejamos que la gente entre y camine por nuestra casa con los pies llenos de barro, no permitan tampoco que caminen enlodados por sus mentes.

3. Edifiquen un fuerte eslabón personal en una cadena de castidad y fidelidad familiar que vaya de abuelos a padres a hijos y a la posteridad de éstos. El estar tan firmemente vinculados es, naturalmente, estar unidos en la clase más fuerte de lazo y afirmar, por medio de los hechos, que creen en los mandamientos a pesar de lo que suceda a nuestro alrededor en el mundo.

4. No se relacionen con fornicadores, no porque sean ustedes demasiado buenos para ellos, sino porque no son lo bastante buenos. Recuerden que las malas situaciones pueden acabar aun con la gente buena. José, al huir de la esposa de Potifar, tuvo tanto buen juicio como buenas piernas.

5. Al igual que el típico varón predador y egoísta, hay ahora una mujer predadora y egoísta. Ambos, motivados por sus apetitos, tienen un falso sentido de libertad, pero se trata, lamentablemente, de la misma clase de libertad vacía que tenía Caín (después de haber quebrantado un mandamiento al asesinar a Abel) cuando, irónicamente, dijo: “...Estoy libre” (Moisés 5:33).

6. Si se han cometido errores, recuerden que tenemos el glorioso Evangelio de arrepentimiento. El milagro del perdón aguarda a todo el que sienta pesar verdadero y siga los pasos necesarios. Sin embargo, tengan presente que hay situaciones en las que el alma debe ser escaldada por la vergüenza, pues sólo mediante una limpieza real puede tener lugar una curación real; no obstante, el
sendero del arrepentimiento de verdad está ahí.

7. Cuando sientan el impulso a obrar mal, opongan resistencia a ese impulso mientras aún sea débil y la voluntad de ustedes sea fuerte. Los devaneos con este tipo de tentaciones debilitan la voluntad y fortalecen el impulso. Existe una ley de Parkinson para la tentación: La tentación se expande hasta abarcar el tiempo y el espacio disponibles para ella. Manténganse “anhelosamente consagrados” (D. y C. 58:27) a hacer obras buenas.

8. Dado que las normas de comportamiento de nuestra Iglesia son diferentes de las del mundo, relacionen este hecho con lo que diversos profetas nos han dicho en cuanto a que debemos llegar a despreciar la desaprobación del mundo; no debemos sentir desprecio por la gente del mundo, sino amarla; mas sí debemos sentir desdén por la desaprobación del mundo ya que, al final, poco importa.

9. Recuerden, los que están en error no deben determinar la manera de vivir de ustedes, pues los que alardean de sus conquistas sexuales sólo alardean de aquello que a ellos les ha conquistado. Podemos sentir lástima por aquellas personas que simplemente hacen lo que ven hacer a los demás sin pensar las cosas por sí mismas, pero no las envidiamos.

10. Mis jóvenes amigos, en su preocupación por la justicia, ¡sean justos con ustedes mismos! Hay un versículo muy certero en el Libro de Mormón que describe con las siguientes palabras a un antiguo líder político: “Y obró rectamente con el pueblo, mas no consigo mismo, por motivo de sus muchas fornicaciones” (Éter 10:11).   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 10-11).



Élder Neal A Maxwel del Quórum de los Doce Apóstoles: Las bendiciones que se mencionan a continuación, y otras más, “vendrán sobre [ustedes]... y [les] alcanzarán” si observan el séptimo mandamiento:

1. Observar el severo séptimo mandamiento en todo el sentido de la palabra les proporcionará las bendiciones de estar en armonía con la ley divina y con el Señor.

2. De igual modo, la obediencia nos dará la bendición de descubrir quiénes somos en realidad al estar en armonía con nuestro propio potencial. El Evangelio nos ayuda a valorarnos no sólo por lo que somos, sino también por lo que tenemos el potencial de llegar a ser.

3. Obedecer el séptimo mandamiento les bendecirá con una autoestima específica y merecida.

4. La observancia de este mandamiento nos bendice al vernos libres de la tiranía de nuestros apetitos, la cual puede ser la más opresora de todas las tiranías.

5. Recibirán también la bendición de verse libres de la corrosiva culpa con sus gastados racionamientos acompañados de la egoísta autoconmiseración, en lugar de pensar en los demás y en prestar un servicio genuino.

6. También llegamos a conocer la bendición del desarrollo de nuestro albedrío al aprender a actuar con prudencia por nosotros mismos en vez de ser meramente movidos por el apetito, una dimensión vital del albedrío (véase 2 Nefi 2:26).

7. También está la importante bendición del progreso personal que siempre se logra cuando ponemos en práctica el método de tomar decisiones y rechazamos el mal y escogemos el bien. No basta con simplemente dejar de obrar mal una vez que deja de causarnos placer el pecado, sino que debemos tener hambre y sed de rectitud.

8. Además, está la bendición inmensamente importante de la integridad del alma, la cual conduce a la entereza personal y a no tener miedo a ser completamente abiertos y sinceros. ¿Cómo podemos llegar a ser “una sola carne” (Mateo 19:5) en el matrimonio si, al entrar en ese vínculo, hay elementos discordantes en nuestra propia vida? La castidad, la integridad y la serenidad son bendiciones interdependientes e indescriptibles.

Mis jóvenes amigos, el desviarse de los mandamientos de Jesucristo debilita nuestro cristianismo personal, por lo que parte de ser un verdadero cristiano consiste en guardar el séptimo mandamiento. Cuando Dios el Padre presentó a Su Hijo Jesucristo al joven profeta José Smith, Sus primeras palabras fueron: “...Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (JS—Historia 1:17). Esta Iglesia y sus profetas le han estado escuchando desde entonces, ¡incluso lo que tiene que decir sobre la castidad y la fidelidad!  Adaptado de un artículo de la revista Tambuli de abril de 1981.   (Razones para Mantenerse Puros, Liahona marzo  2003, Pág. 12).



Jan Pinborough: Pero puede que no nos percatemos de que la forma habitual de vestir de nuestros hijos también tiene gran importancia. De hecho, la ropa cotidiana de nuestros hijos puede o acercarles o alejarles de las ordenanzas y las bendiciones del Evangelio. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a vestirse de forma tal que les guíe del sagrado momento de una bendición o del bautismo a los sagrados convenios de la casa del Señor?

Hoy más que nunca, nuestros hijos precisan una guía clara para vestirse con modestia, pues en muchas sociedades modernas las normas de modestia y de decencia en el vestir se han desvanecido casi por completo. Estilos que hasta hace poco eran más propios de un bar o de una revista inapropiada ahora van dirigidos a los niños, y a edades cada vez más tempranas. Así que aguardar a que nuestros hijos lleguen a la adolescencia para  enseñarles acerca de la modestia es aguardar demasiado tiempo.

La tarea de rebatir los valores del mundo puede ser de enormes proporciones, especialmente cuando los hijos crecen y quieren congeniar bien con sus amigos; pero al comenzar desde sus primeros años, podemos facilitarles un firme cimiento para vestirse de forma modesta durante toda la vida. ¿Qué conceptos clave asegurarán este cimiento? Consideremos las siguientes verdades del Evangelio y por qué el entenderlas influirá en las decisiones que tomamos relativas a nuestro modo de vestir: